Parece que todas tus lágrimas y suplicios no son suficientes.
No soportas las injusticias que se llevan a cabo contigo. Siempre contigo. Todavía estás esperando el día en que se te de la razón por primera vez en este tema. No tienes nada que hacer, y no es envidia sino rabia. Rabia porque cada día ves lo difícil que tienes que te crean ante sus palabras, rabia porque consideras que tu adolescencia ha sido una sucesión de injusticias.
Solo estás tratando de que ellos la conozcan igual que tú. Que no es un caso perdido y que tiene solución.
No entiendes por qué narices no utilizan algunos medios que utilizaron contigo. Quizá no han sido los mejores, pero han surgido efecto.
Lo que no es normal es que exista falta de comunicación entre un padre y un hijo. Lo que no es normal es que tengan que rogar explicaciones.Lo que no es normal es que les estés poniendo en bandeja las pruebas del delito y la confianza siga siendo más que ciega.
No porque los tiempos hayan cambiado las maneras de educar también. Está claro que nadie es igual a nadie, y que los carácteres son distintos en cada caso, pero no son maneras de educar.
Ni tanto ni tan calvo. Tú agradeces, en el fondo, esa mano dura. Sabes que no has sido la mejor hija del mundo, pero tampoco crees que lo hayas hecho tan mal como para pasar lo que estás pasando. Que no estás montando un mundo, que te sientes mal de verdad. Que no eres tan mala, y que llevas años ofreciéndole tu ayuda, día a día, hora a hora porque la quieres más que a nada en este mundo.Y que por eso te duelen los desprecios.
Jobar, que tener 16 años y no poder salir con tus amigos duele, pero más duele ver que con la misma edad no hay barreras. Duele no tener una hermana mayor a la que recurrir cuando necesitas ayuda y a la que puedes contar todo y con la que puedes salir de fiesta, pero más duele tener una hermana pequeña que no valora todo eso. Duele tener unos padres que pasan de ti, pero más duele tener unos padres que han hecho lo imposible por educarte como se merece y ver que tu hermana no lo valora.
Todavía no entiendes por qué... por qué tanta mano dura con una y por qué tanta permisividad con la otra. Por qué luchar por un camino recto y por qué no intentar que el desviado vuelva a su cauce.
No pides lo mismo, pero pides algo equitativo. Los disgustos te los llevas tú después de intentarlo mil veces, por las buenas o por las malas, después de haber ofrecido tu ayuda de manera desinteresada, de manera apetecible y entretenida. Todo es poco. Todo es poco para que se valore que ya no eres una niña, para que se den cuenta que si no fuese por la falta de autosuficiencia serías una adulta responsable que podría encauzar su vida sin necesidad de más apoyo.
Quizá va siendo hora de darse cuenta de que vuelos tan altos terminan aterrizando. Quizá cuando aterrice sea por obligación, porque el piloto no tiene la experiencia suficiente y todo eso le ha venido grande. Quizá el vuelo debería ser controlado desde una torre de control. Esa torre de control que te hizo poner a ti los pies sobre la tierra.