Llega y te sorprende.
Llega y no te da opciones. Porque sabes que no depende de ti, no depende de lo que tú quieras, sino de lo que tú sientas. El amor es así de imprevisible, impredecible e increíble.
Llegó. Llegó un día. Un día como otro cualquiera, como otro chico cualquiera, y todo era normal, todo era como siempre.
Viste algo especial en él, viste esa magia que no todas las personas tienen, es como si los polvos de Campanilla estuviesen condensados en una misma persona, esa persona que te hace volar, que te hace alcanzar la eternidad con tan solo una mirada.
Días, días, días, días y más días, y no sabías si lo que ocurría era de verdad, no sabías si estabas confundida porque necesitabas olvidar, o realmente cada privado te hacía vibrar, cada Whats App hacía que la mayor de las sonrisas se dibujase en tu cara.
Sin presiones porque su situación no era fácil, y sabes de sobra que ningún clavo saca a otro clavo, y tenías miedo, quizá miedo a que tus sentimientos fuesen de verdad y tú, para él fueses una más. No podías permitirte el lujo de seguir tropezando, de seguir sin levantar la cabeza… Duros golpes, muchas lágrimas y esperanzas poco alentadoras habían inundado los meses anteriores.
- Ninguno es de verdad, no merecen la pena, no hacen más que daño y no valoran lo que realmente les damos.
Le ayudaste a tomar una decisión, a saber mirar más por sí mismo que a mirar por el resto, a quererse y a recuperar el tiempo perdido, pero siempre demostrándole que ibas a estar a su lado. Porque te importaba, y porque veías que en sus ojos había rencor, y muchas, muchísimas ganas de vivir algo de verdad y con ilusión.
Lo conseguiste, y esto no es ninguna carrera, en la que hay un ganador o un perdedor. Hay un sentimiento que va creciendo cada día más. Esto no ha sido una lucha por conseguirle, sino una recompensa porque ambos os merecéis ser felices.
Una llamada, una ilusión.
Una llamada, una cita, un beso, y otro, y otro y otro… y la noche hizo el resto. Empezaste el año de la mejor manera posible. Con él, con ellas, pero con unas ganas tremendas de decirle al mundo que estabas feliz, y que querías que esa felicidad fuese duradera.
Un sms cuando llegaste a casa, pidiéndole que esto solo fuese el principio.
Y así fue, tu deseo se hizo realidad. Él, sus palabras, sus besos y sus abrazos acabaron siendo tu día a día.
Miedo, mucho miedo. Sabías demasiado de él, de lo qe había pasado, de cómo era, y en absoluto querías que pasase lo mismo. Deseabas con todas tus fuerzas que eso llegase a ser una historia de verdad, dejando ambos el pasado atrás y empezando a vivir el presente, y por qué no, a construir un futuro, al fin y al cabo, ÉL ES LO QUE SIEMPRE HAS BUSCADO Y POR FIN, LO HAS ENCONTRADO.
Dos meses y medio. Y sigues sorprendiéndote de lo mucho que puedes llegar a necesitarle, de lo grande que se hace ese sentimiento, y de que se ha convertido en parte indispensable de tu vida.
Y hoy, después de ese beso de despedida, te reafirmas en lo sentido. Es él.
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