Poder escribir las páginas de nuestra vida

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martes, 26 de abril de 2011

Autodestrucción

Sobresaltada en medio de la noche.
Siempre el mismo sueño, siempre en las mismas fechas, siempre por los mismos motivos.
Desde que tienes uno de razón recuerdas haberte despertado con el mal sabor de boca de tu pesadilla. Has intentado descifrarlo pero no consigues averiguar por qué. Tan americano y tan surrealista.
Un granero solitario en medio de una granja enorme. Típico de las películas del tipo “La casa de la pradera”. Rojo, gigante, exteriormente pacífico. Siempre lo imaginamos lleno de paja y grano por dentro. Así es, paja y utensilios de labranza, rudos y tradicionales, nada que ver con la actualidad.
Entras, siempre de noche, sin motivo, solo tu curiosidad. Eres una persona empirista, te encanta sentir y experimentar a través de la experiencia. Oler, ver, tocar, saborear, oír. En medio de la noche una tormenta de verano. Odias que llueva pero te encanta ver llover. No soportas la sensación de humedad mojada. Es horroroso sentir como la sopa se te pega al cuerpo evitando la libertad de movimientos. El gusto por el olor de la lluvia lo has heredado de tu madre. Goteras, grandes goteras que te empapan. Cercanas a la puerta. Decides adentrarte en los entresijos de ese mastodonte. Una linterna y la luz de una luna llena que entra por una pequeña y redonda ventanuca. Siempre te acuerdas de la buhardilla donde vivía Heidi en casa de su abuelo.
Siempre algo rompe la tranquilidad de la oscuridad. Un ruido estrambótico paredes que empiezan a moverse apretándote y acorralándote en el centro de esa gran mole de hierros. Nadie, soledad, encierro, oscuridad, agobio, en definitiva NADA y TODO.
Despiertas, siempre a punto de morir ahogada, siempre sales airosa, pero tus preocupaciones son mayores cuando despiertas.
Piensas y sabes que detrás del sueño se encuentra la mayor de tus preocupaciones, el mayor de tus miedos: la soledad y el agobio que esta produce. Sabes, aunque no es el momento de recordarlo que más de una ocasión has sentido esa soledad.
Tan rodeada pero tan sola. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez en la vida? Ocasiones en las que crees tenerlo todo pero realmente no tienes lo más importante, el pedacito de vida que viene dado por el amor de quien más necesitas. No solo amor hacia el ser amado, amor familiar o fraternal, sino amor a aquellas cosas que no ves, que quieres sentir pero no puedes porque están tan lejos de ti que es imposible alcanzar.
Sabes que se puede amar lo que no ves, que puedes vivir alentada por una ilusión. Lo sabes porque lo has vivido. Pero todavía estás buscando algo que te haga cambiar el rumbo de tu vida.
Sientes siempre la presión procedente de todos los sectores de tu vida:
-          Sientes que debes mantener el camino recto que tus padres te han marcado. Sientes la responsabilidad de ser la mayor, de haber sido siempre tan recta.
-          Sientes el peso de tus estudios, de no valerte de un simple aprobado. Siempre quieres más, como si de un vampiro con sed de sangre se tratase.
-          Sientes el deber de ser buena con tu alrededor, el temor a fallar a tus importantes.
Ojalá un día te sientas tan fuerte como para superar esos obstáculos y sentirte libre.

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