Bla, bla, bla, estás en clase de Semántica. -¡Qué coñazo!- piensas. Ya tienes en casa uno de los libros citados en la bibliografía. Concepción Otaola Olano. Lo has hojeado y ojeado. Ya te lo sabes. Sinonimia.
¿Amar o querer? , ¿te acuerdas de las veces que discutíais por este motivo?
- ¿Solamente me quieres?
- ¿Qué más quieres?
- ¡Qué me ames!
- Bueno… te “quieramo”, que es más que querer, pero menos que amar.
- ¬¬ vale, tranquila. (Portazo)
Con el tiempo te has dado cuenta de lo absurda que es esa diferenciación.
Significante y realidad según el lingüista Kurt Baldinger. “[…]es fácil comprender que no exista relación directa entre significante y realidad. El significante no está motivado por la realidad, el signo lingüístico es arbitrario”.
–Y tan arbitrario- piensas en alto. En cada lengua la palabra amor, se escribe de diferente manera. ¿Qué más da la forma de escribir o de decir si verdaderamente lo sientes? ¡Qué discusiones más patéticas… te las podías haber ahorrado!
Cosas de niños.
Siempre cosas de niños. Pero sentiste amor de verdad. Amor, love, amour… llámalo o escríbelo como quieras, pero te sentiste llena de ese sentimiento que te inmovilizaba cada vez que pensabas en él, que te hacía volar cada vez que te besaba, que te llamaba princesa.
¿Princesa? Esa palabra que te cansaste de escuchar. Llegó un punto en el que tu historia de cuento de hadas, se convirtió en la más macabra historia barroca que jamás pudiste imaginar. Una bonita construcción poética cargada de connotaciones negativas, tristes, oscuras. Lo dejaste todo, todo, tus amigos y hasta a tu familia. No hables de pérdida de tiempo, sino como una buena lección de vida. Algo para no repetir.
Todavía no entiendes por qué te ha dejado solamente recuerdos malos. Muy pocas veces te acuerdas del amor que os profesasteis durante casi un trienio. ¿Tanto daño te hizo?, ¿tanto le quisiste como para odiarlo?
Sabes que no le vas a perdonar nunca ciertas cosas. Otras en cambio sí: las chorradas. Jamás alguien que querías tanto te hizo tanto daño. Bueno… o quizá sí. Tu abuelo. Nunca le perdonarás no poder haberte despedido de él antes de que se fuese de tu vida.
Los ojos se te inundan de lágrimas. Quieta. Estás en clase. Vuelves a la realidad y quedan 15 minutos para que la clase termine. Llevamos 2 semanas con unas fotocopias interminables.
Vuelves a pensar en él. Realmente sabes que ni contigo ni sin ti. Sientes que le posees, pero no como pareja, sino como alma. Su personalidad es tu producto. Tú le creaste, le hiciste cambiar, ya no sabes si a mejor o a peor. No le conoces, no sabes donde se metió aquel rubio del que te enamoraste.
Con todo esto has aprendido a valorarte. Eres súper exigente, eres muy independiente, perfeccionista y por supuesto, tocapelotas. –Jajajajajajaa- te ríes, recordando una frase típica de tu padre:
- ¡Para ser vírgen bien que tocas los cojones, hija! – dice tu padre.
- ¿Y tú que sabes si soy vírgen o no? – contestas airadamente.
- Bueno, al menos quiero pensarlo- responde tu padre con sonrisa maliciosa.
¡Cómo le quieres! Es genial tener un padre así. Podéis hablar de todo tranquilamente, horas y horas. Has heredado su carácter, su tenacidad y su talante. Eres la persona más perfeccionista que conoces, por encima de él incluso. Se siente orgulloso de ti, ¿lo sabes? Tú también de tenerle como padre.
(11:00) Cambio de clase.
jajajajajaj ajajaj qué duro tu padre jajajajjaajja
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